Justo ahora vengo terminando de ver un filme que me deja sin un título de cabeza como homenaje, tributo o biografía, o mejor dicho me da las ramas para cosecharle frutos de cualquiera. Cantinflas.
Más allá de la crítica y de las cosas que llegué a escuchar respecto a la dirección de Sebastián del Amo o de la veracidad de la investigación para realizar esta película, me centro en el trabajo histriónico impecable de Óscar Jaenada, quien además se ganó mi muy particular respeto con su papel de Alfredo Baeza, con “B”, en Noviembre, de Achero Mañas.
Cabe aclarar que un reparto de actores mexicanos de la talla de los que acompañan al protagonista, que se suman y comparten la responsabilidad de este proyecto, es un dato de gran importancia para cualquier crítico que se dio a la tarea de hacer añicos esta chamba, dijera el homenajeado, se necesita tener los pantalones, “con remiendo, pero bien puestos” para hacer un rodaje de esta talla, pero antes de clavarme con todas las mentadas que me nacen para la crítica, yo sí le aviento un aplauso de pie a los realizadores de esta producción, en especial a Jaenada, porque la neta, la neta, la neta, sí me hizo ver un Cantinflas de hoyo en el calzado hasta la elegancia en la solapa.
En temas más rebuscados, les cuento de la importancia de la explotación gabacha en tiempos de tantas estrellas, no es sencillo, me cae que no debió ser nada sencillo destacar entre tanto talento y relaciones interpersonales, entre tanto conecte en el gremio hollywoodense. Hacía falta carisma, originalidad y todo el talento natural que Moreno encontró y desarrolló en su personaje; conquistar a los gringos fue su conquista del mundo, por algo logró darle la vuelta en 80 días. Un hombre que hablaba de la felicidad y del amor como su primera misión en la vida, un hombre sin memoria para guiones y que decía las cosas con tanta claridad como un político. Aquí viene la pedrada.
Un breve retrato de lo negro de la fama, de las tentaciones del poder, de la insurgencia innata del actor y de su carismática rebeldía en el terreno de la política y de los sindicatos corrompidos, citándose en un momento histórico particular y sin vergüenza, dando nombres y enalteciendo las caras de una época, que no parezca nueva la costumbre, violentada. En palabras del actor, o quizás del personaje, vaya “usté” a saber, “hay momentos en la vida que son verdaderamente momentáneos”, y considero este como el momento de invitar a la pandilla a mirar un filme sin precedentes, una buena y muy honesta biografía, un tributo plausible y bien merecido y, válganme ustedes el reitero, una actuación impresionante de un histrión extranjero nada ajeno a nuestro suelo. Sin prejuicios, damas y caballeros.
De la crítica me despido diciendo primero que el gusto se rompe en géneros y, en segundo plano, que si bien sabemos que un tributo nacional debería hacerse por cada nación (hablo en general, sin buscar daños a terceros), debimos hacerlo primero, no lo hicieron, no lo hicimos, no destrocen, un homenaje es un halago, no un veneno. Ahí nos vemos.